Mira a tu alrededor, el viento soplando, las plantas creciendo, personas caminando, hablando los unos con los otros, trabajando o estudiando, comiendo, y durmiendo, y muriendo, y naciendo, sin que ellos mismos se den cuenta, antes e incluso después de tener conciencia. Y aquí viene el golpe de gracia del razonamiento: todo ello ocurre sin tu intervención ¿Cómo es posible que esto funcione sin alguien que lo comande?, ¡si hasta hemos llegado a desplegar una voluntad divina por sobre todo para sentirnos algo más cómodos en esta cadena interminable de sucesos! Eso es increíble del mundo, no de una manera necesariamente positiva o negativa, sólo lo digo como algo que es asombroso, difícil de creer, de comprender, como algo extrañamente espectacular, y es lo que ofrece quizás la pista más fundamental del universo sobre la vida. Todo parece tan inercial, sin importar lo que hagamos parece que toda la realidad sigue adelante, aunque nos parezca que el tiempo se detiene, y lo más perturbador es que ocurre lo mismo con nosotros mismos, basta con perder la conciencia durante un desmayo o al dormir para perder la comprensión del tiempo, ¡de la realidad misma! Tan solo observemos todas aquellas funciones corporales que no son gobernadas por nuestra conciencia, no es que podamos controlar a partir de nuestra mente el movimiento de cada célula de nuestro organismo, es como si nuestro cuerpo fuera un intimo ecosistema cuyo funcionamiento desencadena la existencia de nuestra conciencia a modo de subproducto. Y esto se extiende no solo a los seres vivos, sino que a todo el universo, tanto a lo que vemos como lo que no podemos ver, tanto a lo que comprendemos, como a lo que no podemos comprender.
Somos inercia.